La verdad de Ramos Botero

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Colombia siempre ha sido un país polémico. No por eso dejan de ser polémicos -y mucho más, por muchas razones- otros países y culturas, de cerca o lejos.  Pero sí hay cosas que pareciera que solo suceden en el país del Sagrado Corazón.

Dos partidos políticos tradicionales se han disputado siempre el lugar del primer mandatario de la nación: Liberales y conservadores. Sus pugnas ideológicas tocan desde los principios libertarios franceses o emanados del Evangelio, hasta la religión, la moral y las costumbres. No voy a elaborar aquí una disertación o una exposición sobre los dos partidos tradicionales, de los cuales de hecho han surgido otros en el tiempo… hablaré del panorama actual tocante, en todo caso, al partido conservador.

Esta patria ha tenido hijos ilustres, de todos los bandos. La sociedad en el tiempo ha visto pasar líderes de tallas inalcanzables, y también sátrapas enclenques. Y eso, de todos los partidos.  Uno de esos líderes, contemporáneo nuestro, demostró en su mandato local y regional tener las cualidades y el talante propio de quien está capacitado para regir los destinos de una nación, por eso se proclamó precandidato a la presidencia de la república: Luis Alfredo Ramos Botero.

Si esto es o no una semblanza, me va. Sí hay que mencionar algunos aspectos de su vida y su actuación en el panorama nacional.  Ramos es el séptimo de ocho hijos, nacido en el seno de una tradicional familia de Sonsón, ha demostrado con su trabajo que el tesón se hereda en familia y que se mejor trabajar que hablar. A diferencia de muchos burócratas, empeñados en marchar solos para inflar su imagen, Ramos les dijo a sus gobernados que si los problemas de Medellín «nos afectan a todos, las soluciones, entonces, deben partir de todos».

En artículo de la Revista Semana, en enero de 1994, se destaca que cuando fue alcalde de Medellín «introdujo igualmente el concepto de la gerencia estratégica de la calidad total –con clases obligatorias para todos los funcionarios–,con el fin de que el aparato oficial funcionara con eficiencia. Se trata de una forma de juego colectivo que muy pocos políticos como él conocen. Y es que el trabajo en equipo es uno de sus fuertes desde joven: Ramos participó en el seleccionado antioqueño juvenil de baloncesto, perteneció a varios equipos de fútbol y llevó la pasión deportiva hasta el extremo de posar para la fotografía de su primera comunión con un balón y no con un un cirio en la mano. No sólo por lo anterior ha ganado por dos años consecutivos el galardón de Alcalde del Año. También por haber puesto en marcha programas inmediatos de repavimentación y recolección de basuras, y un Plan de Desarrollo Económico y Social con vigencia de 15 años».

Hoy, cuando el paso de los años ha reafirmado sus notorias capacidades y su honestidad, es blanco de maldad por ser, a claras, duro contrincante de un pusilánime gobierno que ha derrochado el tiempo, las capacidades y los recursos; y que se dedicó al narcisismo vanidoso y no a gobernar con sabiduría y prudencia.

Es bastante extraño que sea justo en este momento, cuando se vislumbra una precandidatura presidencial, que la Corte Suprema de Justicia emita orden de captura cuando hay investigaciones -que normalmente abarcan a todo líder político- desde hace más de un lustro. ¿Por qué? Mano negra, ahora sí, es lo que hay aquí.  El honroso Partido Conservador colombiano de algún modo ha recibido un golpe y no en una franca lid, sino en traición.  Ramos es una figura poderosa que se alza como la opción más acertada por lo menos de un sector nacional como lo es la región antioqueña, y por gracia de Dios goza de credibilidad (respaldada por su obra) de muchas otras partes del país.  En un panorama como el nuestro, en el que la justicia ha sido siempre relativa, no hace falta, pues, escudriñar mucho o romperse el coco para saber que todo este asunto huele más a complot que a actuación de la misma justicia; es una jugada más política que otra cosa y tiene como propósito quitar del medio al que es considerado un «estorbo» tal vez en miras a una eventual reelección presidencial. A la vez se pretende debilitar la fuerza conservadora que en mucho está ligada a los ideales y tesis del expresidente Uribe; todo con la pretensión de una permanencia en el poder y de opacar la verdad, la transparencia y el trabajo honesto y constante. Claro, la luz estorba al que vive en las tinieblas, es una lógica conclusión a la que se llega viendo todo este rifi rafe de abuso de poder y de movimientos bajo cuerda en el que se persigue al bueno y se premia al malo.

Si vamos a ser estrictos, y no sé si esto sea un desparpajo, me remito de nuevo a la realidad más real del panorama político colombiano. ¿A quién no han investigado por asuntos, sospechas, acciones, presencias, palabras o contactos con agrupaciones, personas o ideas non sanctas?  Visto desde ahí queda menos duda de la posibilidad, grande posibilidad, de que se trate de persecusión, repito, porque el momento de la coyuntura es ya de por sí sospechoso.

Cabe rescatar la varonil actitud con la que el Dr. Ramos asume toda esta avalancha. Es prueba de la serenidad de su espíritu, y de su convicción de estar haciendo las cosas bien, y de haberlas hecho bien. Una cosa es haber participado en alguna reunión con presencia de paramilitares y sin autorización de la Presidencia, cosa que no es loable, pero otra muy distinta es ir más allá sin certezas y entonces argumentar nexos y alianzas reales entre Ramos y el paramilitarismo.  ¿Cuántos son los políticos que, por una u otra causa, han participado en reuniones donde esté presente algún miembro de un grupo ilegal?  Así la cosa, y teniendo en cuenta el desempeño de Luis Alfredo Ramos en sus gestiones como mandatario local, regional, y en otros estamentos públicos, ¿es sana esta medida?

Este es y seguirá siendo el país del Sagrado Corazón, tristemente ese ya se volvió remoquete de burla, pero la verdad es que solo el Sagrado Corazón puede saber lo que subyace en el fondo de un país que no ha sido gobernado en los últimos tres años y, para jactancia de los enemigos de la verdad, si las cosas no llegaran a terminar bien, debe saberse que no es porque la conclusión a la que se llegue sea la verdadera o la justa; sino porque por nuestra libertad, podemos cambiar los hombres el cauce de las cosas y llegar a presentar el mal como bien, en un sistema que ya está viciado y en el que los que tienen el poder, entonces si es para el mal, sí mandan, ordenan, gobiernan y deciden.