10 razones para amar y honrar a María

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La Santísima Virgen fue parte la Encarnación, el Nacimiento, el primer milagro, la Pasión y la Muerte de Jesús; y estuvo con los apóstoles en la venida del Espíritu Santo.

Nunca es demasiado cuando se trata de amar a nuestra Santísima Madre. Ella no quiere nada mejor que llevarnos al cielo, porque es lo que Dios quiere. Por lo tanto, cuanto más recurramos a ella, más podrá ayudarnos. Aquí hay 10 razones para aumentar nuestro amor por la Madre de Dios.

1. Amar a María agrada a Dios

No podemos superar a Dios en nada, y nadie ha amado y honrado a María más de lo que Dios lo ha hecho. Dios Padre la eligió para ser la Madre de su único Hijo; ella es la esposa del Espíritu Santo y la madre del Hijo unigénito de Dios, por lo tanto, si Dios la amó tanto que la eligió para ser la madre de su Hijo, ¿cuánto no apreciará que nosotros la amemos? 

2. Ella ‘no es nada’

Por lo tanto, ella es todo. «Como la más humilde sierva del Señor que está llena de gracia», María fue el instrumento perfecto de Dios porque ella no era otra cosa que su instrumento», dijo Thomas Merton.

3. Es una manera de imitar a Jesús

Es bastante simple: Jesús, como buen judío observante de la Ley, la cumple. Por ende, cumple el Cuarto Mandamiento y honra a su madre, por lo que nosotros también deberíamos hacerlo. 

4. Es una forma de imitar a los santos

Nunca he conocido a un santo que no amara ni honrara a María. Muchos de ellos estuvieron en sus vidas raramente sin el rosario a mano.

5. María tiene poder de intercesión

Jesús realizó su primer milagro público porque su madre se lo pidió. Él le había dicho que todavía no era su hora, pero su madre insistió pidiendo ayuda, y ya sabemos lo que pasó después; si no está claro, ve  al capítulo segundo del evangelio de san Juan. La Biblia es clara: María influye en su Hijo y obtiene lo que le pide. 

6. Es bíblico honrarla

La Santísima Virgen fue parte de la Encarnación, el Nacimiento, el primer milagro, la Pasión y la Muerte de Jesús, estuvo con los apóstoles para el descenso del Espíritu Santo. Se cree que estuvo presente durante la Ascensión de Nuestro Señor. La primera parte del Avemaría proviene de las Escrituras, son palabras que Dios le dice a través de Gabriel (Cfr. Lucas, primer capítulo) y se centra en Jesús. Jesús y María, pues, son inseparables. 

7.  Es histórico

Durante los tiempos del Antiguo Testamento, era a la Reina, la madre del rey, a quien la gente acudía con sus peticiones. La mejor oportunidad de obtener una buena respuesta del rey era dejar la petición en manos su madre. Así fue como se hizo durante el tiempo del Rey David,y Jesús desciende de la Casa de David; por lo tanto, la historia atestigua que el mejor modo de obtener algo de Jesús es ponerlo en manos de su santísima Madre. 

8. Dios continúa dándonos a su madre

Una multitud de apariciones marianas aprobadas por la Iglesia muestra que Dios continúa enviando a su madre para que nos ayude. Por ejemplo, en Fátima, hace 100 años, el 13 de octubre, hubo 70. 000 personas que presenciaron cómo el sol giraba. Su mensaje para nosotros es claro: orar, hacer penitencia, cumplir los mandamientos, rezar el rosario y reparar el pecado.

9. Su Rosario es un arma

El padre Pío y una multitud de santos lo llamaron un arma contra el mal y lo rezaron continuamente. Hay muchas historias de milagros documentadas y muchas historias personales atribuidas a rezar el Rosario. Innumerables santos, pontífices, almas buenas, han dado testimonio del poder eficaz de esta sencilla oración que obtiene de Dios tantas gracias y que la Virgen Santísima misma ha pedido en sus apariciones.  

10. María es justa

Nadie puede megar que ella debe ser la más justa, pues mereció que el Creador pusiera en ella sus ojos; por lo tanto, la Biblia da fe del poder de sus oraciones: «La oración del justo tiene gran poder en su efecto» (Santiago 5,16); «Dios oirá las oraciones de los justos» (Prov. 15, 20)

María, en fin, es la nueva Eva, la nueva Arca de la Alianza, la omnipotencia suplicante a quien nada niega el omnipotente.  ¿Cómo no recurrir a ella? ¿Cómo no amarla, honrarla, e imitarla?  Si por María vino Jesús al mundo, por María vamos nosotros a Él. 

Ad Jesum per Mariam! 

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Autor: Patti Armstrong. Adaptación y traducción propias. 

Publicado originalmente en: http://www.ncregister.com/blog/armstrong/10-reasons-to-love-and-honor-mary 

Una lección de obediencia en san José

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Los seres humanos estamos tocados por el pecado; eso es claro. Hay algo en nuestra naturaleza caída que nos impulsa a la desobediencia y en general al mal. Es lo que llamaos la concupiscencia. A veces es una desobediencia total y hasta descarada. Otras veces es más sutil, como cuando de niños nuestra madre nos animó a leer un libro frente al que simplemente «no pudimos nunca encontrar el tiempo» para leer. Todos somos culpables de ello … excepto uno: San José (no cuento a María porque ella estaba libre del pecado original). ¡Hay tanto que podemos aprender de lo que dicen las Escrituras sobre él, sus acciones y, lo que es más importante, su silencio!. Miremos una historia en particular de las Escrituras que nos lleva a un mayor aprecio por su perfecta obediencia a la voluntad del Padre: 

La huida a Egipto
El evangelio de san Mateo dice: «Y cuando se fueron, he aquí, un ángel del Señor se le apareció a José en sueños y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y quédate allí hasta que te lo ordene, porque Herodes busca al niño para matarlo ‘». Profundicemos un poco en lo que José enfrenta a partir de este momento.

Una amenaza de muerte
Alguien quiere matar a Jesús, el hijo de Dios. A menudo pasamos por alto las sutilezas porque conocemos toda la historia, ¡pero José no! Todo lo que sabía era que alguien quería a Jesús muerto. ¿Por qué el Señor tuvo que huir de todos modos? Él es Dios. Teofilacto de Ocrida, un arzobispo griego venerado en la Iglesia Ortodoxa, le atina considerablemente: «Incluso el Señor huye, para confirmar que Él era verdaderamente hombre. Porque si hubiera caído en manos de Herodes y no hubiera sido asesinado, hubiera parecido que solo se había encarnado en apariencia «.

Lo que esto nos dice sobre José es que no fue un acto planeado ni conocido por él. Tal vez era parte del plan Divino, pero no estaba en la agenda de José. José tiene miedo, pero no hay tiempo para eso. Él no le hace al ángel ninguna pregunta aclaratoria que probablemente habría sido genial teniendo en cuenta las circunstancias. Como, «Claro que sí, ¿Qué se supone que debo hacer sobre el trabajo? No tengo una visa de trabajo en Egipto y tampoco hablo el idioma … Ah, y dudo que pueda poner todas mis herramientas en el burro teniendo en cuenta que tenemos que comer … «. No. Ni una palabra.

Un largo viaje
Egipto está muy lejos. Muy lejos. 430 millas de distancia. . El camino no era uno de esos senderos naturales pavimentados con sombra fresca durante el día e iluminado por la noche. Además, no había muchos hoteles Holiday Inn Express en ese entonces. Si viajaron 15 millas por día,  teniendo en cuenta que viajaban con un niño menor de dos años, y la gran probabilidad de que solo tuvieran un burro, estamos hablando de un viaje de casi 30 días. Hay que sumarle el calor del desierto insoportable y la gran posibilidad de bandidos, animales salvajes, y peligros. 

Baste decir que este fue un viaje peligroso; de nuevo: sin mencionar que viajaban con un niño pequeño. A diferencia de nuestra cultura actual, en la que vas a trabajar donde sea, en aquel momento la gente no se movía … nunca. No estoy hablando solo de marido y mujer, quiero decir que las generaciones no se movieron ni emprendieron largas distancias para nada en su vida. Entonces, a José, en la mitad de la noche, un ángel le dice que haga las maletas y viaje 430 millas a una tierra extranjera, una tierra en la que nunca ha estado, y la misma tierra donde su pueblo fue perseguido durante 215 años. Este no es exactamente el primer lugar al que me gustaría ir si mi familia está en peligro. Una vez más, José no preguntó cómo se suponía que debía hacer esto, no pidió instrucciones. Solo se fue.

Un pasaje solo de ida 
Lo último que quiero señalar es que José no obtuvo una línea de tiempo. No fue algo como «Vete a Egipto por 6 meses»; fue»… quédate ahí hasta que te diga». ¿Te imaginas la conversación con tu esposa, «Oye cariño, un ángel me acaba de decir que tenemos que mudarnos a la Patagonia esta noche…  Todavía no tengo un trabajo fijo y nos quedaremos por un tiempo … Ah, y probablemente no deberíamos esperar hasta mañana porque la policía quiere asesinar a nuestro hijo». Vaya cuadro.  José era carpintero, este era un trabajo bastante humilde en aquel entonces. Es poco probable que tuviera ahorros o reservas mientras ‘esperaba la jubilación’.  Vivieron trabajo a trabajo. Si no puede trabajar, no puede alimentar a su familia. No había fondos de emergencia para cubrir tres meses de gastos de subsistencia. Este fue un acto total y completo de fe y obediencia a la voluntad del Padre.

San José fue un verdadero hombre. Hizo exactamente lo que el Señor le pidió todo el tiempo y sin demora. Él vivió el cuarto mandamiento al pie de la letra. Él es un modelo de obediencia que todos deberíamos aspirar a seguir más de cerca.

A nosotros nos queda seguir el ejemplo de san José. Pensemos en nuestra propia vida, en la que estamos siendo llamados a la obediencia a Dios.  Vale recordar que la obediencia se extiende más allá de nuestros padres. Según el Catecismo (N° 2199), «Este mandamiento incluye y presupone los deberes de los padres, instructores, maestros, líderes, magistrados, gobernantes, todos los que ejercen autoridad sobre los demás o sobre una comunidad de personas».  Pongámoslo por obra, con medios concretos: Volvamos a algo que hayamos rechazado o ignorado, eso que juzgamos sin importancia o que postergamos o que hicimos mal, y hagámoslo bien, como un homenaje de obediencia filial a Dios, y a san José, que nos da ejemplo de obediencia perfecta. Veremos las bendiciones. 

San José, Patrón de los trabajadores, ruega por nosotros.

Santos de copas: ser católico entre tragos, en la fiesta y en el bar.

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Todos los que me conocen, mucho o poco, saben -y qué bien lo saben- que me jacto de ser católico. Me enorgullezco.  Cabe aclarar aquí que en lo absoluto ser católico y preciarme de ello es garantía, prueba o muestra de ser bueno o santo. El camino de la fe es un constante esfuerzo por cambiar lo malo que hay en nosotros, que estamos profundamente necesitados de la gracia  y la misericordia y el amor del Dios infinito con el que un día nos encontramos, en quien creemos, a quien adoramos y a quien intentamos servirle en medio de nuestras humanas contradicciones.

A mí la vida cristiana me ha resultado la esencia de toda mi existencia.  Dios me ha concedido la gracia de nacer y crecer en una familia cristianísima, que confió mi educación desde los primeros momentos a la Iglesia, y por ende he tenido la dicha de crecer a la sombra de los muros (espirituales) de mi Iglesia: la Santa Iglesia Católica. HE podido conocer y depurar mi fe, he experimentado la grandeza del amor de Dios en la historia, en el mundo, en el hombre y esa perla finísima nadie me la quitará. 

Dentro de las muchas cosas que me encantan de ser católico, está una muy particular: lejos de lo que muchas personas piensan, sienten y creen -sabe Dios ideas retorcidas y pervertidas de lo que es realmente la aspiración a ser santos- en la fe católica sí es lícito divertirse, pasarla bien, ser espontáneo, irse de fiesta, y tomarse los tragos. Claro, lo que está mal es los excesos, pero es que los excesos son malos hasta en la virtud. Pero según la praxis histórica de muchos católicos de muchos siglos, la religión y el alcohol han estado bastante emparentados, y para bien. 

Vuelvo a citar a quienes me conocen -amigos, familiares y simplemente conocidos- para dejar fe de que yo intento pasármela bien. Y que, dicho por algunos de ellos, «tengo una vida social muy agitada». Tal vez. Al lado de eso también es cierto, y de esto pueden dar fe muchos, que intento no desaprovechar esos espacios y ambientes -sí, los bares- para dar testimonio de la fe que con alegría profeso. No me pongo a predicar, ciertamente, al menos no con la palabra, o con la biblia en la mano, pero intento con mis limitaciones y mis errores y mis pecados, que los demás vean en mí a un creyente convencido que a lo mejor les impulse a desempolvar su propia relación con Dios.  Sé que un día ese Dios me juzgará y me llamará a cuentas para preguntarme cuánto bien hice por los demás, si sí los conduje a la verdad y si fui testimonio de luz para el mundo. Espero que la sentencia sea favorable.  (Señor, en Ti confío y a tu misericordia me acojo). 

Me alegró mucho en meses pasados navegando en la red encontrarme con una noticia: un sacerdote, el P. José Pedro Manglano, escribió un libro sobre el tema de las copas y los cristianos. 

Reflexionando continuamente sobre la fe y los jóvenes con los que trata, ha publicado Santos de copas; un libro de reflexión espiritual que puede ser especialmente útil para jóvenes y adultos jóvenes de dos tipos: los que siempre tuvieron fe, pero ahora encuentran que se les está “gastando” y los que acaban de emprender el camino de la fe y de la Iglesia, y no quieren ser encasillados sin necesidad.

El libro empieza con una cita de Eclesiastés que es una declaración de principios teológicos: “Anda, come de tu pan con alegría y bebe contento tu vino, porque Dios ya ha aceptado tus obras; lleva siempre vestidos blancos y no falte el perfume en tu cabeza, disfruta la vida con la mujer que amas, esos años fugaces que te han concedido bajo el sol” (Eclesiastés 9, 7-10).

El padre Manglano proclama que “el cristianismo no es la religión de la Cruz, sino la religión del amor”. Sin amor, la Cruz no sirve ni salva. Manglano piensa en “tantos jóvenes que tienen curiosidad o deseo de saber más sobre qué es eso de ser cristiano”. Y afirma que “el mundo necesita jóvenes santos, santos con piercing, santos disfrutones, santos comprometidos con los marginados, santos que aman a sus perros, santos de Erasmus, santas en bikini, santos que se ríen de los estereotipos, santos en las canchas, santas presumidas… santos de copas”.

Los capítulos tienen títulos provocadores, como “La dimensión perrofláutica del cristiano”, “Necesariamente disfrutones”, “¡Santos ya!”, “Sexo sin gravedad” o “Postura y postureo”.

¿Y el ir de copas? Sí, pero para contagiar alegría, servir y evangelizar. “Fiesta, diversión, alcohol, baile, música, amigos, noche… son realidades formidables. Pero sacian lo que pueden saciar, no más”. Hay una sed de infinito, trascendencia y libertad que ahí no se saciará.

Por eso, en esos ritos de noche, alcohol y fiesta, propone 10 sugerencias para los jóvenes que exploran la vida con Cristo:

1. Beber disfrutando cada copa
“Ya bebáis, ya comáis, hacedlo para gloria de Dios”, decía San Pablo. Degustar cada trago, beber con clase, un buen vaso, un buen hielo, un buen whisky, no cualquier cosa de cualquier manera,

2. No beber una gota más de las que me permiten amar y pensar en los demás
“No se trata de medir, de saber si el ‘puntillo’ es pecado o no. Lo que nos impide amar no nos interesa”.

3. Dedica tanto tiempo y dinero a los demás como a tus fiestas.
“Estaría enfermo un corazón que todas las semanas dedicase horas a sus fiestas y casi ninguna a los necesitados. Con el tiempo, acabaríamos egocéntricos e insustanciales”.

4. Voy a las fiestas en las que Dios me necesita, para los demás, me gusten o no.
“Si Dios me quiere ahí, ahí estaré. Si me necesita en otro lugar en ese momento –con un familiar o amigo que está solo, estudiando o en otra necesidad- estaré en ese otro lugar. Si notamos que todo tiene que ceder ante la fiesta, quizá la estemos idolatrando”.

5. Si no puedo ganar la batalla, ni acudo
“Si determinado ambiente me puede y no puedo estar bien ahí, es mejor fortalecerme antes y no presentarme en el campo de batalla”.

6. Los lugares donde ofenden la dignidad de las personas nos ofenden
Hay chicas a las que se les paga para que comercialicen su cuerpo. Son hermanas nuestras y si no daña a nuestra sensibilidad deberíamos cuidarla. Puede pasar con otras personas –con enanismo, etc…- a los que se contrata solo para humillarlos.

7. A la fiesta voy con una misión: transmitir Vida
Le pedimos a Dios que nos use en la fiesta, que se sirva de nuestra simpatía, de nuestros ojos, nuestros oídos… para dar su alegría, su cariño, su mirada, su escucha.

8. Vas a la fiesta… pero tienes criterio, eres crítico
“Estar atentos a no dejarnos formatear por el mundo. El cristiano está en ese lugar, pero no es de ese lugar, como está en el mundo pero no es del mundo”.

9. Ir a servir
Jesús aconsejaba no ocupar el primer lugar, sino el último. Al igual que María se dio cuenta en la boda de que se había acabado el vino, debemos nosotros estar atentos a lo que pueda hacer falta y servir: servir la bebida, recoger, estar pendientes de quién está solo y quién necesita algo…”

10. No ver gente, sino mirar personas
“Cuando me dé cuenta de que hay personas que buscan saciar su sed de felicidad en charcas con comportamientos que no les saciarán, ver en ellos a sedientos de agua pura”.

“La experiencia lo dice: el santo de copas será quien mejor lo pase, sin duda”, afirma el autor. ¿Y quien sienta que este decálogo le limita, le oprime? “No está preparado, necesita purificarse todavía algo más… el hombre natural no comprende las cosas del Espíritu de Dios”, afirma, citando 1 Corintios 2,14.

Llamativo, ¿no? Espero conseguir el libro pronto. 

Las grandezas de San José

Muchos santos, pensadores, nobles, y grandes del mundo y de la historia han expresado de uno u otro modo la grandeza y dignidad del glorioso patriarca San José. Reyes, pontífices, monjes, príncipes, religiosos, escritores, y personas de la más variada ocupación y estado de vida han admirado al padre José y han dejado un testimonio de su devoción para la posteridad. 

Veamos algunos ejemplos de lo que los santos padres y muchos santos dicen de San José: 

Los evangelios: 

Lo que se sabe de su vida es poco: que se llama José, por este nombre se le conoce en Nazaret y dicen de él que es varón justo, hijo de David, esposo de María. padre legal de Jesús, el Salvador de los hombres, el artesano de Nazaret. 

La liturgia: 

El culto a San José le atribuye ser el siervo fiel y prudente, padre del Verbo, vencedor del Infierno, Señor de su casa y sus posesiones.  Tiene el honor de tener su nombre en el canon de la misa (Plegaria Eucarística I), por deseo de San Juan XXIII y más recientemente el Papa Benedicto XVI había expresado el deseo, confirmado y ordenado luego por su sucesor el Papa Francisco, de que en las demás plegarias eucarísticas, se mencionara luego de la Santísima Virgen. 

Orígenes:

Su justicia se ve expresadas en estas palabras: Justo en la Ley, en las palabras, en los hechos, y además humildísimo. 

San Hilario de Poitiers:

Supo dar a Cristo a los demás a través de su vida cotidiana; fue como los Apóstoles, a cuyo cuidado estuvo confiado Cristo, para que lo llevasen a través del mundo. 

San Basilio Magno:

¿Qué ángel o qué santo mereció ser padre del Hijo de Dios? Solo José mereció esta alta dignidad. 

San Agustín:

Verdadero esposo de María, bien que virgen, y verdadero padre de Jesús aunque no le haya procreado. José obtiene, por la caridad, mejores derechos que por la carne. 

San Pedro Crisólogo: 

Es llamado Justo porque poseyó todas las virtudes con la mayor plenitud y perfección. 

San Gregorio Magno: 

Es el único entre los hombres que fue encontrado digno de ser esposo de María, tal era su excelencia y personalidad.

San Isidoro de Sevilla:

San José es la criatura más amada de Jesús y de María, además ellos también son amados de él, en el más alto grado. 

San Bernardo: 

Sin duda debió ser un varón bueno y fiel este José, con quien fue desposada la Madre del Salvador y que tuvo la felicidad de alimentar, acariciar y llevar en sus brazos a Jesús. 

Padre Suárez (Doctor eximio): 

Tres privilegios tuvo san José: ser santificado en el seno materno, ser a la vez confirmado en gracia, y estar por ello exento de los estímulos de la concupiscencia. 

San Pedro Canisio:

Querido de dios y de los hombres porque brilla en virtudes eminentes, es justo a que todo sea propuesto como ejemplo que imitar para vivir bien y santamente. 

San Francisco de Sales:

San José es más perfecto que los ángeles; lleno de perfecciones, murió de amor, como la virgen su Esposa; y como ella, tuvo que ser llevado en cuerpo y alma a los cielos. 

Bossuet:

A José se le encomendó: la virginidad de María, la persona adorable de Jesús y el misterio de la Encarnación, y él fue de ellos su fiel custodio. 

San Alfonso María de Ligorio:

No se debe dudar de que José, viviendo con Cristo, creció tanto en méritos y en santidad, que sobrepasó a todos los santos. 

Paul Claudel: 

San José es una figura misteriosa: era al mismo tiempo obrero y señor, alegre y silencioso, de nobles facciones y brazos musculosos. No era muy querido de las gentes de Nazaret, como todo aquel que tiene una misión singular. Fue paciente y fuerte contra el tedio y la vida monótona. Es hombre de vida oculta y silenciosa, amigo de los niños.  

Patrono de los célibes y de los padres de familia, de los seglares y de los contemplativos, de los sacerdotes y de los hombres de negocios.  El amor que reina en la casita de Nazaret es el que cambiará el mundo. 

San Josemaría Escrivá: 

San José, Padre y Señor nuestro, castísimo, limpísimo, que has merecido llevar a Jesús Niño en tus brazos, y lavarle y abrazarle: enséñanos a tratar a nuestro Dios, a ser limpios, dignos de ser otros Cristos.

    Y ayúdanos a hacer y a enseñar, como Cristo, los caminos divinos —ocultos y luminosos—, diciendo a los hombres que pueden, en la tierra, tener de continuo una eficacia espiritual extraordinaria

Santa Teresa de Jesús: 

Solo pido por amor a Dios que lo pruebe quien no lo creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción; en especial, personas de oración, siempre le habían sido aficionadas. Quien no halle maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro y no errará en el camino. 

…querría yo persuadir a todos, fuesen devotos de este glorioso Santo.