San José, verdadero padre de Cristo

SanJosé6La devoción a San José y la milenaria tradición de su devoción y su papel en la Familia Sagrada nos han enseñado a invocarlo siempre como el «padre de Jesús», incluso teniendo claro que su matrimonio con María fue virginal, y que Cristo fue concebido y gestado en el vientre purísimo de Nuestra Señora por obra del Espíritu Santo.  Y no hay contradicción alguna, porque San José fue verdadero padre de Cristo por su corazón, ya que, según el principio de San Anselmo, “no es más vehemente, en el amor, la naturaleza que la gracia”; al contrario, la gracia, mucho más poderosa que la naturaleza, encendió en su alma un amor ardentísimo hacia el Hijo de su esposa no menos que si fuera su propio hijo por naturaleza, sino incomparablemente mayor en intensidad y pureza.

La voluntad de Dios, infinitamente más eficaz que la naturaleza, puso en el pecho del santo Patriarca un corazón paternal, concediéndole de un modo más excelente cuantos sentimientos paternales puede tener un padre con su hijo y hasta “una chispa de amor infinito” que el Padre posee a su Hijo unigénito, como dice Bossuet. “Quizá preguntéis – dice – dónde tomará él (San José) ese corazón paternal, si la naturaleza no se lo da. ¿Acaso estas inclinaciones naturales pueden ser adquiridas por libre elección, y el arte de imitar lo que la naturaleza escribe en los corazones? So San José no es padre, ¿cómo tendrá amor paternal? Es aquí donde debemos comprender que el poder divino actúa en nuestra obra. Por un efecto de tan excelso poder, san José tiene corazón de padre; y si la naturaleza no se lo ofrece, Dios colocará en él uno por su propia mano… el verdadero padre de Jesucristo, Dios, que le engendra desde la eternidad, habiendo escogido al divino José para servir de padre en el tiempo a su Hijo único, ha hecho, de alguna manera, colocar en su seno un rayo, una chispa del amor infinito que posee a su Hijo. Es la causa de que cambie su corazón, es lo que le da amor de padre; y como es cierto que el justo José tiene en sí mismo un corazón paternal formado instantáneamente por la mano de Dios, siente también que Dios le ordena emplear una autoridad de padre ”.

Es el primordial motivo que León XIII presenta al santo Patriarca, suplicándole su protección universal: “Te suplicamos por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús…”

Es evidente que Dios puso en San José un corazón verdaderamente paternal, de forma que sintiera por su Hijo el mismo amor que experimentan en su pecho quienes son padre por naturaleza. No diré sólo por naturaleza, sino algo mucho más perfecto, como podemos deducir del principio antes enunciado. No sólo debemos llamarle padre, diremos con San Bernardino una vez más, sino “creer que existieron en él todos los sentimientos paternales de amor y dolor para con su amado Jesús”

San José tuvo un amor por Jesús ardentísimo: “No amó a Jesús, su hijo adoptivo, menos que lo hubiera amado si fuera hijo natural; lo amó más, porque la gracia es más vehemente que la naturaleza. ¡Cuántas veces tomó al Niño sobre sus piernas, le llevó en sus brazos; cuántas veces le besó y estrechó dulcemente contra su pecho…!

Bien escribe Fáber: “Amaba a Jesús con un amor tan grande, que, repartido entro todos los padres del mundo, a todos haría felices en grado que ellos mismos no podrían creer. Este amor excede en grandeza y santidad a todo lo que ha existido de amor paterno; era tan grandiosa, amplia y variada, que todas las paternidades de la tierra podrían participar de la suya sin agotarla”.

Su solicitud paterna es proporcional al amor. ¿Quién podrá describir la solicitud de José para con Jesús y María? Bástenos recordar sus cuidados y desvelos viéndole caminar a Belén, huir a Egipto y vivir silencioso y diligente en Nazaret. Sobre tantas virtudes como el Santo practicó en su vida oculta se ha escrito muchas páginas de vida y de belleza.

Ciertamente este sentimiento paternal responde a un género de paternidad especialísima y admirable, firmemente fundamentada en el vínculo sagrado del contrato matrimonial con María, la Madre de Jesús, y animada por la gracia divina, la cual hizo brotar en su corazón los mayores afectos de ternura paternal y la más generosa entrega en cuerpo y alma durante toda su vida al servicio de Jesucristo, el hijo de María, su esposa, y el Redentor de todo el género humano.

Embriagaos

 

Imagen relacionadaUn poema de Charles Baudelaire.

«Hay que estar siempre ebrio. Todo se reduce a eso; es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo, que os destroza los hombros doblegándoos hacia el suelo, debéis embriagaros sin cesar.
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que queráis. Pero embriagaos.
Y si alguna vez os despertáis en la escalinata de un palacio, tumbados sobre la hierba verde de una cuneta o en la lóbrega soledad de vuestro cuarto, menguada o disipada ya la embriaguez, preguntadle al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, canta o habla, preguntad qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj os contestarán: «¡Es hora de embriagarse! Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, embriagaos; ¡embriagaos sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, o de lo que queráis.»

Charles Baudelaire

De: “Pequeños poemas en prosa o Spleen de París” – 1862
Traducción Joaquín Negrón Sánchez

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Poema original en francés:

Enivrez-Vous

«Il faut être toujours ivre. Tout est là : c’est l’unique question. Pour ne pas sentir l’horrible fardeau du Temps qui brise vos épaules et vous penche vers la terre, il faut vous enivrer sans trêve.
Mais de quoi ? De vin, de poésie, de vertu, à votre guise. Mais enivrez-vous.
Et si quelquefois, sur les marches d’un palais, sur l’herbe verte d’un fossé, dans la solitude morne de votre chambre, vous vous réveillez, l’ivresse déjà diminuée ou disparue, demandez au vent, à la vague, à l’étoile, à l’oiseau, à l’horloge, à tout ce qui fuit, à tout ce qui gémit, à tout ce qui roule, à tout ce qui chante, à tout ce qui parle, demandez quelle heure il est; et le vent, la vague, l’étoile, l’oiseau, l’horloge, vous répondront: « Il est l’heure de s’enivrer ! Pour n’être pas les esclaves martyrisés du Temps, enivrez-vous; enivrez-vous sans cesse ! De vin, de poésie ou de vertu, à votre guise. »

Los Papas y el tabaco

El escritor y doctor en Ciencias Religiosas John B. Buescher escribió una entretenida historia sobre el consumo de tabaco en el Vaticano; A History of catholicism and tobacco, que ofrezco aquí en inglés.  En ella habla de la larga tradición tabaquera de muchos santos y pontífices.  Y bueno, los tiempos cambian,  y ya pareciera no ser muy políticamente correcto -incluso en la Iglesia- apoyar la famosa tesis de Gilbert. K. Chesterton según la cual «la cerveza, la pipa y la cruz van muy bien juntas»; pero no es para desanimarse:  resulta que el tabaco enrollado (en puros y cigarrillos) ha sido especialmente favorecido por los pontífices del siglo XX:

San Pío X fumó tabaco y cigarrillo. Benedicto XV no fumaba y no le gustaba el humo de los demás. Pío XI fumó ocasionalmente algún cigarrillo. Pío XII no fumaba. Y san Juan XXIII fumaba cigarrillos, y existe evidencia fotográfica de ello. 

El beato Pablo VI no fumaba. Tampoco Juan Pablo I, aunque los funcionarios del Vaticano parecían insinuar, justo después de su repentina y desconcertante muerte, que su mala salud final podría deberse a un fuerte tabaquismo.

Juan Pablo II no fumó, pero el Papa Benedicto XVI lo hizo, y aparentemente favoreciendo a los Marlboros.

Pierre Louys llamó al tabaco la volupté nouvelle; el único placer desconocido para los antiguos.  Incluso antes de que los cigarrillos se hicieran populares, los papas encontraron uso para el tabaco …

Como método de corrección fraternal:

Benedicto XIV también fue aficionado al rapé. Se dice que una vez ofreció su tabaquera al superior general de una orden religiosa, que se negó a tomar una pizca de rapé, diciendo: «Su Santidad, no tengo ese vicio», a lo que el Papa respondió: «No es un vicio. Si fuera un vicio, lo tendrías «.

Como una herramienta de diplomacia:

Cuando el representante de Victor Manuel acudió a Pío IX para presentarle de parte del mandatario unas condiciones que el Papa consideraba inaceptables, el Papa golpeó la mesa con una caja de tabaco molido, que se rompió accidentalmente a causa del golpe. El emisario quedó confundido y un poco mareado. 

Como un truco de recaudación de fondos:

En 1871, Pío IX durante el tiempo en que fue «prisionero del Vaticano», ofreció su caja de tabaco de oro, exquisitamente tallada con dos corderos  en medio de flores y follaje, para  como premio en una especie de lotería mundial para recaudar dinero para la Iglesia.

Y como un medio para avergonzar a los paganos:

León XIII también fue favorable el tabaco. Antes de convertirse en Papa, sirvió durante un tiempo como nuncio papal en Bruselas y disfrutó de la conversación y la compañía de los aristócratas cultos y tranquilos de allí. Una noche en la cena, cierto Conde, que era librepensador, pensó que se divertiría un poco a expensas del Nuncio, y le entregó una caja de tabaco que tenía en su tapa una pintura en miniatura de una hermosa Venus desnuda a fin de que el prelado la examinara.  Todos en la cena estaban atentos a ver cómo se desarrollaba la broma y cómo reaccionaba el Nuncio, y ​​en cuanto al Conde, se estaba ahogando a carcajadas, hasta que el Nuncio le devolvió la caja con la siguiente observación: ‘Hermosa caja de tabaco, señor Conde; y una bellísima mujer la que allí se representa. Supongo que es el retrato de la condesa». 

Además de los papas, puede haber otras personas santas que los acompañan en su afición al tabaco.  Buescher nos cuenta que después de que se le mostró el manto de Santa Teresa de Ávila, la Venerable María Teresa de Lamourous detectó más que el olor de la santidad: «Lo besé con cariño; lo apreté contra mí, y pude ver incluso las pequeñas manchas que parecían ser de tabaco español»